Imagina que...
Cuando se levanto aquella mañana, ya sabía que iba ser un gran día, conocía todo lo que probablemente pasaría, porque lo había soñado tantas veces, que podía predecir cada paso, y cada acción de aquel 19 de febrero.
Frente al espejo se sintió flotar, quiso gritar, decir algo, susurrar pero no pudo.
En la calle probablemente haría frío, deducción que hizo por el cielo gris, el movimiento de las hojas, y las caras con las que se cruzaba, pero ella no tenía sensación térmica alguna, solo sentía ansiedad por llegar a su destino, caminaba, se acercaba, jamas ese recorrido se le antojó tan largo.
Ya está, cruzó aquella puerta, subió escaleras, no sabía exactamente donde estaba aquel despacho, pero sin duda lo encontraría, se cruzó con extraños, con alguna que otra cara conocida, nadie la veía, nadie reparaba en ella.
Abrió todas las puertas de un largo pasillo, hasta que dio con lo que buscaba, allí estaba ella sentada en su sillón frente a su ordenador, su pelo recogido, su aire despistado, su gran anillo en el dedo, y un gran periódico entre sus manos.
La empresa era fácil, se posicionó detrás de ella, saco unas grandes tijeras carísimas y afiladísimas para la ocasión, cogió la esmirriada coleta de su pelo y corto sin piedad, tijeretazo limpio, rápido al que ella respondió con un movimiento de cabeza, que pronto olvidó dejándose envolver otra vez por las noticias de la mañana.
Su ordenador encendido, su correo abierto, sus e-mails leídos y la pantalla inerte, quieta, parpadeante, esperando que alguien la hiciese trabajar.
La segunda empresa que le había llevado hasta allí quería hacerse realidad, esperó, sabía que tarde o temprano saldría del despacho, sucedió, se sentó en su sillón de cuero negro, olía a ella, tecleo, los nervios quisieron traicionarla, y en varias ocasiones bailó letras, comió palabras, pero consiguió escribir un e- mail con destinatarios cuidadosamente elegidos, era una carta simple, tonta pero que le causaría una gran vergüenza, era una carta donde desnudaba sus sentimientos y dejaba entrever cosas que jamas hubiesen debido suceder, era una carta que haría llorar a mas de uno.
Se sentía mala, infantil, pero feliz, se fue de aquel maldito despacho llevándose consigo unos cuanto papeles que le parecieron importantes y que irían a parar a alguna papelera del parque.
Un grito y un sollozo hicieron que se parara en seco en el pasillo; ella volvía, llorando, asustada y con las manos en su inexistente coleta, en el fondo le dio pena, pero no pudo evitar sonreír. Tenía que marchar, las consecuencias de la carta no las vería en directo, pero sabía que tendría noticias de ellas. Al fin y al cabo no quería ser invisible para siempre, solo el suficiente tiempo para descargar su oprimida alma.
"La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor los consuela de lo que son."
Frente al espejo se sintió flotar, quiso gritar, decir algo, susurrar pero no pudo.
En la calle probablemente haría frío, deducción que hizo por el cielo gris, el movimiento de las hojas, y las caras con las que se cruzaba, pero ella no tenía sensación térmica alguna, solo sentía ansiedad por llegar a su destino, caminaba, se acercaba, jamas ese recorrido se le antojó tan largo.
Ya está, cruzó aquella puerta, subió escaleras, no sabía exactamente donde estaba aquel despacho, pero sin duda lo encontraría, se cruzó con extraños, con alguna que otra cara conocida, nadie la veía, nadie reparaba en ella.
Abrió todas las puertas de un largo pasillo, hasta que dio con lo que buscaba, allí estaba ella sentada en su sillón frente a su ordenador, su pelo recogido, su aire despistado, su gran anillo en el dedo, y un gran periódico entre sus manos.
La empresa era fácil, se posicionó detrás de ella, saco unas grandes tijeras carísimas y afiladísimas para la ocasión, cogió la esmirriada coleta de su pelo y corto sin piedad, tijeretazo limpio, rápido al que ella respondió con un movimiento de cabeza, que pronto olvidó dejándose envolver otra vez por las noticias de la mañana.
Su ordenador encendido, su correo abierto, sus e-mails leídos y la pantalla inerte, quieta, parpadeante, esperando que alguien la hiciese trabajar.
La segunda empresa que le había llevado hasta allí quería hacerse realidad, esperó, sabía que tarde o temprano saldría del despacho, sucedió, se sentó en su sillón de cuero negro, olía a ella, tecleo, los nervios quisieron traicionarla, y en varias ocasiones bailó letras, comió palabras, pero consiguió escribir un e- mail con destinatarios cuidadosamente elegidos, era una carta simple, tonta pero que le causaría una gran vergüenza, era una carta donde desnudaba sus sentimientos y dejaba entrever cosas que jamas hubiesen debido suceder, era una carta que haría llorar a mas de uno.
Se sentía mala, infantil, pero feliz, se fue de aquel maldito despacho llevándose consigo unos cuanto papeles que le parecieron importantes y que irían a parar a alguna papelera del parque.
Un grito y un sollozo hicieron que se parara en seco en el pasillo; ella volvía, llorando, asustada y con las manos en su inexistente coleta, en el fondo le dio pena, pero no pudo evitar sonreír. Tenía que marchar, las consecuencias de la carta no las vería en directo, pero sabía que tendría noticias de ellas. Al fin y al cabo no quería ser invisible para siempre, solo el suficiente tiempo para descargar su oprimida alma.
"La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor los consuela de lo que son."
9 comentarios
oscar -
Chasky -
herel -
Igual se podría comercializar como un Kit completo Plug & Play.
Roque -
Un beso
wAtAsHi -
Aunque yo si fuese ella tambien lo habría hecho.
Es más, ahora lo hago pero sin coletas...no sé, la entiendo, una via de escape.
Salu2^^
herel222 -
Treiral_ -
Me ha encantado eso xDDD
De elegir un superpoder prefiero atravesar paredes como Kitty (X-men) porque creo que me marearia con el superpoder de Rondador Nocturno (la teleportación)
Otra Taza de Café -
terminus -
La de merecidos que se podrían dar...
Besooooooo
Edu